Día después.
Es de conocimiento mundial la realidad que se vive en mi país. Este año trajo de todo, perdidas, injusticia, muertes, secuestros, escasez y pare de contar. Los ciudadanos nos acostumbramos a ese día a día que, al detenerse a pensar por un segundo, no se necesitan mas de dos dedos de frente para darse cuenta de que las cosas están mal. Sin embargo, en medio de todo, surgió una esperanza, un cambio que se sabia necesario y es más, muchos de los que se negaban a reconocerlo, terminaron aceptándolo también.
Durante estos últimos meses el país se vistió de color. Se escuchaban las canciones que te llenaban el corazón de esperanza y alegría, es más, ocurrió que un viernes cenando con unos amigos en la calle, colocaron una de las canciones en el lugar donde estábamos y se podía ver a las personas bailando en sus asientos mientras cantaban en tono bajo la letra de la canción. Se sentía en el ambiente que algo bueno estaba pasando y la emoción, esperanza y ansiedad por los días que faltaban se hacía cada vez mas grande.
Pero aquí estoy, el día después escribiendo, con mucho sentimiento en mi corazón, que las cosas no salieron como esperaba. Ayer sólo leía en las redes sociales corazones llenos de rabia y dolor al saber los resultados. Es aquel sentimiento como cuando piensas que algo será y a la final no es. Es aquel vacío en la boca del estómago, el nudo en la garganta y la mente en blanco porque simplemente no puedes creer lo que escuchas, lo que ves. Entonces es cuando te refugias en algo más grande, como cuando eres pequeña y tienes miedo que corres a los brazos de tu mamá (por lo menos yo lo hacía), te refugias en esa esperanza que tuviste durante esos meses llenos de color, esa fe que tenias en el cambio que querías lograr, todos esos sentimientos que una persona sembró en ti y que ahora no puedes abandonar. Fueron días que no se borraran de la mente de muchos de nosotros, que quedaran en el recuerdo siempre porque sabemos que existen cosas mucho mejores que las que se están viviendo ahorita, que podemos tener ese país que queríamos si no dejamos la fe a un lado, que la esperanza es lo último que se pierde y todavía nos falta mucho camino por recorrer.
Soy parte de la casi mitad del país que deseaba un cambio, falta la otra mitad que parece ser más pesada. Esa mitad llena de aquellos que no ven mas allá de lo que no pueden tocar, aquellos que se conforman con poco porque no aspiran a más, aquellos que sólo los mueve el dinero y sus propios intereses, lamentablemente.
Ayer, estoy segura que como yo, muchas personas no pudieron conciliar el sueño. Pero si hay algo que me llena de paz, es que se que Dios nunca nos abandona, que su tiempo es Perfecto y que mejores días llegaran para mi y mi país. La esperanza y la fe que forjé estos últimos meses en mi corazón están intactas y creo firmemente en que el bien siempre triunfa sobre el mal, creo en mi país y en su gente y estoy segura que esto es solo un tropiezo, que el cambio esta dentro de nosotros mismos, y somos nosotros, esa minoría, los que tenemos que levantarnos, seguir adelante y hacernos más fuertes para sacarle las patas del barro a nuestra amada Venezuela.